Las flores del mal by Curtis Garland

Las flores del mal by Curtis Garland

autor:Curtis Garland [Garland, Curtis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1987-11-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO V

ASESINOS A SUELDO

Duncan Dandi se movió incómodo en el pasillo del avión, camino del bar. Su indumentaria era la de siempre, pese a viajar en primera clase del vuelo Río de Janeiro-Los Ángeles.

La gente miraba con curiosidad a aquel hombre atlético, atractivo y varonil, de ropas de explorador, pantalón corto, camisa de manga corta, músculos vigorosos y sonrisa ingenua en su rostro curtido por el sol de los trópicos. Los hombres le escudriñaban o le criticaban, mientras las mujeres suspiraban calladamente al estudiar aquella humanidad viril que despertaba en ellas recónditos sentimientos eróticos.

Ajeno a todo eso, «Cocodrilo» pidió algo de beber en el bar del avión, dirigiendo una ojeada inquieta a las nubes que desfilaban más allá de las ventanillas.

—No me gusta la civilización —habló consigo mismo—. Ni me gusta volar…

—¿Decía algo, señor? —se interesó el camarero al oírle murmurar entre dientes.

—No, nada. No lo entendería, después de todo —respondió Dandi—. Como yo no entiendo aún que nadie sea tan loco como para contratarme por trescientos mil dólares para trabajar en el cine…

El barman contempló, dudando de su equilibrio mental, pero eso a Dandi le tenía sin cuidado. Se fue con su copa hasta su asiento, donde se acomodó, sin dejar de mirar ceñudo a las nubes que pasaban ante sus ojos.

Recordó los malos días pasados en Manaos, tras su borrachera y malgastar todo el escaso dinero que recibiera por las pieles. Y después, la sorprendente aparición de aquellos dos agentes cinematográficos de Los Ángeles, que le localizaron inexplicablemente en el hotelucho donde se alojaba, ofreciéndole la suma más increíble del mundo, a cambio de aparecer en una película… matando cocodrilos.

Primero había dudado, recordando su negativa experiencia con las gentes del cine, cuando salvó aquella caprichosa actriz de morir devorada por los saurios. Pero después, ante lo suculento de la cantidad ofrecida, firmó el contrato y recibió el pasaje para Los Ángeles, para incorporarse al elenco de la International World Pictures lo antes posible, dado que debía rodar peligrosas escenas de cacería de reptiles en Tailandia poco después.

Los agentes de Goldsmith en Brasil habían sido lo bastante astutos como para que no les relacionase para nada con los cineastas de la selva amazónica, y menos aún con la «estrella» Rossanna. Según ellos, sus gestas habían aparecido en los periódicos, provocando así la llamada de la productora al necesitar un hombre de sus características.

Y ahora, aquel vuelo le aproximaba a ese mundo civilizado, ruidoso y apretado, tan distinto a sus queridas junglas tropicales, convertido en un hombre rico, sin problemas económicos. Se alegraba, al menos, por el hecho de no tener que claudicar ante los especuladores comerciantes de Manaos de allí en adelante.

La llegada a Los Ángeles fue caótica para Duncan Dandi. Perdió su escaso equipaje en la banda de aduanas, necesitando varias horas para recuperarlo en medio del maremágnum del aeropuerto internacional situado frente a Vista del Mar. Perdió todos los taxis que quiso coger, por no guardar el debido turno, se ganó la reprimenda de un agente de



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